Cuando el niñ@ cuenta con dos o tres años, y hasta aproximadamente los cinco, es normal que aparezca una vitalidad inagotable.
Lo habitual a esta edad es que exploren, jueguen, empujen, abran y cierren, desarmen, tiren objetos, etc… pues han adquirido destreza y seguridad en sus habilidades motoras (correr, saltar, trepar…) pero no son conscientes del peligro que muchas actividades generan.
No obstante, hay factores que aumentan la inquietud, como por ejemplo:
- Cambios en la situación familiar: discusiones o separación de los padres, nacimiento de un herman@, mudanzas, hospitalización de una de las figuras paternas, etc.
- Primera escolarización.
- Problemas de relación.
- Temperamento heredado: el temperamento inquieto de alguno de los progenitores.
Para controlar su comportamiento y ayudarles a que vayan adquiriendo su propio autocontrol, se presentan una serie de pautas:
- Establecer normas con un lenguaje sencillo y directo, a través de frases cortas y adaptadas a su nivel de comprensión. Para asegurarnos de que nos han entendido y atendido, se le puede pedir al niño/a que repita lo que se le ha dicho.
- Establecer un horario y rutinas que den lugar a hábitos, que les ofrecerán seguridad y control de su entorno, por lo que la inquietud ante lo impredecible disminuirá.
- Contarles por adelantado lo que vamos a hacer cada día y cada rato, incluso si es muy parecido a lo que hicimos el día anterior. Y podemos explicarles lo que esperamos en algunos momentos: “Cuando vayamos por la calle, iremos de la mano”, “en la plaza, jugaremos una carrera”, “vamos a tomar la merienda a casa de la abuela”, etc. Así les vamos enseñando a comportarse de una forma u otra.
- Enseñarles a expresar sus emociones de manera adecuada, sirviendo de modelos: utilizando un tono de voz adecuado, mirando directamente a los ojos cuando hablamos, buscando un momento y lugar tranquilos para dialogar con ellos, etc.
- Ofrecerles la oportunidad de realizar actividad física para canalizar su inquietud y dinamismo: salidas al parque, juegos de movimiento, etc.
- Realizar ejercicios de relajación. Un buen momento es antes de la siesta, antes de irse a la cama por la noche… También se les puede dar masajes. La lectura de cuentos, recitar poemas, etc. también ayuda en estos momentos previos al sueño para relajar al niño/a.
- Felicitar y premiar cuando esté atento, tranquilo y jugando reposadamente. Si sólo se le toma en cuenta cuando está alterado o se está portando mal (aunque sea para regañarle), aumentará esta conducta y repetirá el patrón de conducta inquieta y nerviosa.
- En lugar de recordarle todo el día lo que no debe hacer, ofrecer alternativas de conducta a través de actividades que pueda realizar.
- Ofrecer pocos estímulos al mismo tiempo. Por ejemplo, si va a comer, colocarle en la mesa sólo el plato y la cuchara (justo lo que va a necesitar).
- En casa, mantenerlo ocupado en actividades de su agrado pero en las que pueda colaborar y asumir algún tipo de responsabilidad, como regar, recoger las hojas del jardín, ayudar a guardar la compra, poner la mesa, etc. Siempre adaptando estas actividades a la edad del niño/a.
- Enseñarle a postergar sus necesidades, a controlarse y a esperar un rato antes de ser atendido.
- Realizar juegos que desarrollen la capacidad de observación y de concentración: puzles, buscar diferencias, hablar sobre fotografías, recortes o láminas, colorear, recortar, plastilina, etc…
Espero que sea de vuestro agrado este nuevo artículo y que os ayuden estas pautas para aquellos niñ@s que son más inquietos.
Un cordial saludo:
Belén Navarro Mollinedo
Jefa D. Orientación.